Lucir una piel morena en verano puede ser altamente saludable, dado que el sol es una fuente natural de vitamina D. Una exposición de 5-10 minutos al sol diariamente nos ayudará para que nuestro organismo pueda metabolizar toda la vitamina D que necesita. El peligro radica en no hacerlo de forma correcta, ya que el calor hace que nuestra piel se deshidrate más fácil y rápidamente. Además, la sudoración genera humedad, con lo que nuestra piel se verá más expuesta a infecciones.
El hacer caso omiso a las indicaciones sobre la exposición al sol y sus posteriores cuidados, puede provocar arrugas, peca y manchas e incluso cáncer de piel. Es por eso por lo que tras un día bajo el sol hay que cuidar la piel como necesita y merece.
La exfoliación.
Al tomar el sol o pasar mucho tiempo al aire libre, y especialmente cuando no protegemos la dermis de forma adecuada, El sol hace que nuestra piel se seque, viéndose afectado el colágeno de la misma. Una exfoliación semanal contribuirá a eliminar células viejas, favoreciendo la regeneración de nuevas.
Por fuera… y por dentro.
Para comenzar a hidratar la piel debemos actuar no sólo externamente sino también desde el interior de nuestro organismo. Por ello, tomar agua en abundancia ayudará a que nos mantengamos en un estado óptimo de hidratación.
Baño + Crema hidratante.
Tras un baño, que debe finalizar con agua fría para cerrar los poros, hay que dotar a nuestra piel de la hidratación que necesita. Para ello es necesario aplicar crema corporal y otra facial. Con ello conseguiremos aliviar nuestra dermis.
El bronceado deseado. El protector adecuado.
Para garantizarnos unprecioso bronceado de verano sin llegar a poner en riesgo la salud de tu piel, no hay que olvidar el uso de cremas solares con un FPS indicado para cada tipo de dermis.
Sigue estos sencillos pasos y disfruta del verano sin riesgos !